Acabo de enterarme de que mi último libro ha salido en el suplemento de la Tiza
del diario Información de hoy.
:)
¡Gracias!
El regalo del Hada Blanca fue escrito como regalo de cumpleaños para Miguel Hernández. Pinchando en el siguiente enlace, podéis leer cómo surgió este libro:
¡Gracias!
El regalo del Hada Blanca fue escrito como regalo de cumpleaños para Miguel Hernández. Pinchando en el siguiente enlace, podéis leer cómo surgió este libro:
*Me halaga el pequeño "honor"-error de atribución de autoría del Caballo meditabundo a Miguel Hernández.
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Este libro es un
gran cargamento
de juguetes, canciones y “poentos”.
Juguetes, para jugar hasta cansarte;
nanas, para arrullarte con mi acento;
poemas, para vencer al desaliento;
“poentos”, para los sueños acercarte.
Y …
para hacer reír a un vate,
algún que otro disparate.
*Nota: Poentos = poemas-cuentos.
Luna de jazmín
Serena es la luna,
Serena es la luna,
olor a jazmín
que viene a la cuna
de mi pequeñín.
Pasará las horas
contándote historias
de princesas moras,
reyes y victorias.
jardines y fuentes,
pájaros cantores,
alondras, jilgueros
y mil ruiseñores.
Sereno en la cuna
olor a jazmín …
¡Que se va a la luna
con mi pequeñín!
Adivina adivinanza
A pesar del duro estío
y del polvo del camino,
fructifica la chumbera,
renace el verde tomillo.
¿Dónde se han llevado el monte?
¿Dónde se ha marchado el río?
A pesar del frío enero,
aún florece el romero.
¡Agarraos fuertemente!
Adivina, adivinanza.
¿Qué palabra está en mi mente?
(Es la palabra: ¡Esperanza!)
Caballo meditabundo
Pelaje castaño oscuro,
brillantes negros luceros,
negras crines, negra cola,
buscando verdes senderos.
Cuando ensillo y cincho a Rayo,
mi caballo, alpujarreño,
¡al paso!, ¡al trote!, ¡al galope!,
cabalgo mi vida en sueño.
¡Llévame a correr el mundo!,
caballito guapetón,
caballo meditabundo,
caballito de cartón.
El señor
ciempiés
El señor ciempiés
salió de paseo;
marchaba descalzo,
pero con sombrero.
El señor ciempiés
se muere de risa,
pues le hace cosquillas
todo lo que pisa.
El señor ciempiés
se fue al zapatero
a encargar cien pares
de zapatos nuevos.
Estrenó zapatos,
el señor ciempiés,
y ahora no se ríe,
le ocurre al revés.
Los calza y se cansa,
le aprietan, “le duelen”.
Cuando se descalza,
sus cien pies le huelen.
Y, desde aquel día,
nadie ha vuelto a ver,
calzando zapatos,
a ningún ciempiés.
Emilia García Serna
Autora de los textos e ilustraciones.
(Todos los derechos reservados)