Para los que no hemos nacido sabios, con frecuencia, el camino a la sencillez es bastante complicado.
El señor ciempiés
salió de paseo;
marchaba descalzo,
pero con sombrero.
se muere de risa,
pues le hace cosquillas
todo lo que pisa.
El señor ciempiés
se fue al zapatero
a encargar cien pares
de zapatos nuevos.
Estrenó zapatos,
el señor ciempiés,
y ahora no se ríe,
le ocurre al revés.
Los calza y se cansa,
le aprietan, “le duelen”.
Cuando se descalza,
sus cien pies le huelen.
Y, desde aquel día,
nadie ha vuelto a ver,
calzando zapatos,
a ningún ciempiés.
Emilia García Serna
Del Regalo del Hada Blanca
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